El grupo se reunió otra vez, ya fuera del local. Tyler estaba inquieto, bailaba en el sitio y Mel dijo:
—Hay dos opciones: vamos a un sitio en el que pongan música de verdad, o vamos a casa.
Lo que Mel quería decir era que primera opción era la buena, pero Charli pensó que lo mejor sería dejar a MJ con sus amigos, por fin. Ya había postergado demasiado el irse. Además, sentía que todo le costaba diez veces más de lo que debería, agotada y con la espalda cada vez más dolorida. Mientras discutían a dónde ir, Charli interrumpió:
—Tengo que irme ya. Ha sido un placer conoceros.
MJ la miraba, contenida, apretando las manos la una entre la otra. Tyler intentó convencerla, pero por una vez quería dejar a MJ en paz. Siguió despidiéndose unos minutos más, haciéndole gracias a Tyler. Le dio la mano a Mel y vaciló al ver a MJ. No sabía qué hacer, pero tampoco quería pensarlo en ese momento. Dijo adiós con la mano y se echó a caminar, y metro a metro la calle desierta se hacía eterna. Le molestaba el sudor bajo el flequillo y en la espalda.
—¡Charli —dijo MJ, oyéndola alcanzarla detrás suyo—, no vayas sola, te acompaño!
Se agarró a su brazo. Tenía la palma de la mano ardiendo.
—Vete con tus amigos —dijo en voz baja. No quería dejar de ser amable, así que sonrió. Se deshizo del agarre, pero MJ no se fue.
—¿No pensarás conducir así?
Charli se dejó acompañar en silencio, contemplando a MJ caminar a su lado, con la cabeza gacha, arrastrándose tanto como ella.
—No necesito más ayuda por hoy. Tus amigos quieren que vayas con ellos, ve.
—A mi no me gustaría volver sola a casa en medio de la noche. —dijo MJ, pero Charli no tenía casa a la que volver.
Iba a decir otra cosa pero Charli la miró y supo que tenía que dejar de hablar. A Charli le gustaban las personas que entendían. En esa calle no había nadie más que ellas dos. Unas cuantas farolas daban forma a volúmenes raros cerca de los buzones y las papeleras, en los pequeños huecos entre edificios. Se estaba cansando de tirar de MJ para después soltar.
—Ya que has venido hasta aquí, quédate un rato conmigo. Ven, sube al coche.
MJ cayó en el asiento del copiloto a la vez que Charli delante del volante. Tocó el cuero suave que lo recubría. Le parecía muy reconfortante. MJ se movía a su lado, apartándose el pelo largo de la nuca, acomodando su camiseta ajustada, apartando el pelo otra vez.
Charli se dejó caer hacia la guantera y sacar un estuche de CD. Era uno de los suyos, que tenía desde que era pequeña, que tuvo en su primer coche que la trajo hasta California. Era un recopilatorio de los Rolling Stones que ya había quemado hasta la saciedad. Le gustaba el momento de sostener el frágil disco entre los dedos y empujarlo dentro de la ranura para que el aparato se lo tragara, el momento de espera antes de que empiece la primera canción.
—Nunca escuché mucho a los Rolling —dijo MJ en cuanto Mick Jagger empezó a cantar. —A mi padre le gustaba el rap de la vieja escuela y mi madre es más moderna.
—¿Qué significa eso?
—Los Rolling son un poco de hombre blanco viejo, ¿no?
—Sí. A mi padre le gusta el country y los rolling porque los fue a ver en concierto en el 73. Yo crecí con eso. ¿Y a ti qué te gusta, que eres tan exigente?
—Cualquier cosa.
—Cobarde.
MJ se rió en silencio. Se dejó caer un poco en el asiento, y por fin se veía un poco de comodidad en ella.
—Tu sí que no eres ninguna cobarde. Hay que ver cómo conduces. Eres un peligro público —murmuró.
—¿Cómo?
—Te vi esta mañana, antes de la cafetería. Me adelantaste. ¿A cuánto ibas? ¿A 150? Y saliendo del aparcamiento como una loca…
Exponía los hechos como si se tratara del telediario, sin un ápice más de emoción.
—Como es obvio, no soy siempre así. Sino ya estaría en la tumba.
Subió los brazos detrás de la cabeza y se apoyó, estirándose bien. Quería cerrar los ojos ya mismo.
Cuando los abrió otra vez miró a MJ, que estaba girada hacia ella, mirándola de vuelta. No tenía ninguna emoción concreta en el rostro. Solo la escrutaba. Sabía que era objeto de su curiosidad. Así que solo le quedaba dejarse llevar.
—Hoy es mi cumpleaños—dijo Charli.— Bueno, hace unas horas.
—Felicidades. No lo dijiste…
—No soy ese tipo de persona.
—No te molesta, siempre ha sido así, ¿me equivoco? —Charli se sorprendió, pero decidió ver a dónde la quería llevar MJ—. Tienes toda la pinta de ser ese tipo de persona. Muchos hermanos, o padres muy trabajadores. ¿Pocas reglas?
—Exactamente —Charli le siguió el juego—. En mi pueblo en Nuevo México solo hay montañas y tractores y mis padres no me hacían mucho caso, así que solo me relacionaba con lagartijas y vacas, que, como sabrás, no celebran su cumpleaños. Tienes que comprender el shock cultural que me provoca todo esto. Y no me psicoanalices más.
Hizo reír a MJ, y aunque no a carcajada limpia, por primera vez le vio los dientes. Se quedó pensando
—Dices lo suficiente para mantener la intriga pero no das ninguna respuesta real a las preguntas.
—MJ —dijo Charli, seria—. Esta es la primera vez en toda mi vida que me arrastro por alguien de esta forma. No hagas las cosas más difíciles.
Ella rió otra vez. Charli también. Le encantaba estar un poco borracha y no ser del todo consciente de lo que estaba haciendo.
—Dímelo tú. ¿Por qué odias tu cumpleaños?
—Porque es el día en el que nací —respondió Charli, lo más petulante que pudo.
Esta vez apenas arrancó una carcajada. Toda la escena era lamentable. Un sinsentido que iba a terminar mal. Estaba escrito en algún sitio todo tal y como iba a acontecer y Charli podía hacerse una idea. MJ no era para ella, demasiado cerrada, se preocupaba demasiado. Quería intentarlo. Quería preocuparse.
—Estás borracha y yo no. Creo que debería dejarte en paz —dijo MJ en voz más baja. Parecía huraña otra vez, en menor medida.
—Todavía no acaba de empezar.
MJ clavó sus ojos negros en los de Charli. Después sonrió de medio lado.
—Me esperan mis amigos.
—En ese caso, tendré que dejarte ir…
—No te queda otro remedio.
Las manos de Charli fueron buscando el cuerpo de MJ a tientas en la penumbra. Sintió la piel fina en su muñeca y la carne de su antebrazo, el hueso de su mano. Quería ver como reaccionaba.
—Te dije que nos íbamos a volver a ver. ¿Lo dije, o no lo dije?
—Lo dijiste…
—Lo repito. MJ, nos vamos a volver a ver. Y ya no tienes excusa.
Se sintió saciada por aquella mirada que la cuestionaba y afirmaba al mismo tiempo. Pero todo se desmoronó en un momento. MJ se dio la vuelta y se fue. Charli tenía que pararla. Bajó la ventanilla del coche.
—¡MJ!
Ella se dio la vuelta, las farolas tras ellas eran como una aureola. Caminó hacia ella, vacilante, y acercó su rostro a la ventanilla. Charli no concebía una noche sola, pero era lo que le esperaba. Y MJ estaba de vuelta, justo ahí, con el antebrazo sobre el hueco de la ventanilla, inclinada sobre ella.
—Mañana, guapa. No me olvidaré.
Era difícil saber qué ocurrió después. Un beso, quizás, demasiado breve y demasiado insignificante, como derramar una única gota de gasolina sobre un suelo que está lleno de hierba seca.