Joanna se fue a la hora a la que tenía que irse, contenta, casi extasiada, tocada por la mano del alcohol. Charli se quedó en la calle sin saber a dónde ir. Le dio mucha vergüenza que Joanna la leyera tan bien durante un minuto. Necesitaba un cigarro.
Solo se piensa en cosas terribles dentro de casa en horario nocturno. A ser posible, con algún tipo de sustancia que mitigue la incomodidad; cualquier estupefaciente, una botella de whisky.
No podía recordar la última vez que se había emborrachado sola. Siempre tenía que tener a aquel hombre que fue su novio encima. Bebían juntos hasta que caían desmayados en la cama, fumaban y a veces se metían.
Miró el recuento de llamadas perdidas y ya eran 23. Él no solía prestar mucha atención, pero a estas horas tenía que haberse dado cuenta de que la mitad de su armario estaba vacío. Probablemente debería de decirle algo, en algún momento, pronto.
Sacó su pitillera plateada y estaba vacía. Siguió paseando, buscando una tienda abierta. Había un hombre sin hogar en una esquina, farfullando y mirando al infinito. Un grupo de chicos bajó la calle. Ninguno reparó en ella. Necesitaba ese cigarro.
En su vagar hacia los bares vio una tienda 24 horas y la luz que salía de su escaparate cortaba la ancha calle. Charli le vio antes de que él la viera, pero no le dio tiempo a darse la vuelta. Su pulso se disparó. Se quedó ahí quieta, ya era tarde para correr. Él salió de la tienda con una sonrisa en la boca.
—Chica mala… No me devuelves las llamadas, ¿a qué estás jugando?
Charli le miró con gravedad, y mientras mantenía el silencio, su sonrisa se iba apagando.
—No es eso. Me he ido. No voy a volver.
No había necesidad de mentir más. Él no dijo nada, dio unos pasos alrededor de ella. Miró al hombre al que le hubiera gustado haber querido. No podía ver su expresión a contraluz.
—No me puedo creer que… No puede ser verdad. ¡No lo es!
El silencio de Charli lo confirmaba. En realidad estaba avergonzada. Y él enfadado, como un niño al que le han quitado los juguetes.
—Lo siento.
—No te molestes. No sientes nada. Eres una cínica. —Tenía razón. No sentía nada—. Volverás. No aguantarás sola. No quieres estar sola, yo lo sé. Vuelve.
Era una orden como las que solía darle, pero ya no quería aceptarlas. Se vio a sí misma en otra vida, suplicando de rodillas, por favor quiero volver. Desabrochando su cinturón. Mirando a los ojos de aquel hombre, él por encima y ella quedándose ahí debajo. La asustó, y empezó a no ver nada alrededor de ellos dos.
—¡Basta de tus mierdas! ¡Sigo igual de mal que cuando te conocí! Y eso que me prometiste que tu eras diferente, que tú me ibas a tratar bien de una vez por todas… Pero nunca podré superar tus expectativas. Admítelo.
Se sintió estúpida mirando el odio en los ojos de aquella persona. Todo el mundo terminaba mirándola así. No había excepciones.
—¿Te crees que eres la víctima? ¿Tu no me has decepcionado a mi? —gritó él. Ya no oyó nada más. Solo dejó que su cuerpo, una masa como una sombra, se acercara a ella mientras gritaba. Sus manos estaban ocupando todo el espacio alrededor, haciendo gestos de impotencia y rabia.
El mundo ocurría ahí fuera, en un lapso de tiempo tan breve o tan largo que no era capaz de registrarlo.
—¿Charli? —alguien la llamó. Con todos los músculos contraídos se giró hacia la puerta del supermercado.
Destacaba entre todos los demás como líneas de pintura blanca bajo las luces largas del coche. Su pelo negro, su ropa negra, piel clara y morena a la vez. MJ estaba ahí delante.
—¡Hola! ¿Cómo estás? —le rodeó sin mirarle a la cara y se colocó detrás de su espalda, donde estaba MJ, bastante más pequeña .
—Eh… Bien. —Durante un momento no comprendió. Después vio lo que Charli quería decir.— te estábamos buscando, ya era hora.
Él se fue caminando en largas zancadas, mirándola, con el rostro paralizado con una rabia venenosa, pero jamás se atrevería a ponerle una mano encima. No era capaz. Aunque veía en sus ojos el odio.
—Adiós —susurró Charli para si misma, y se agarró al brazo de MJ, que la llevó calle a través.
—Segunda vez hoy —le dijo Charli a MJ, y echó una risa.
MJ no la miraba, solo apretaba su muñeca. Parecía ausente y olía a cerveza pero no parecía ni un poco borracha.
—¿Qué es todo esto? —dijo entre dientes mientras caminaban esquivando a la gente dentro del bar.
—Te dije que nos volveríamos a ver.
—Muy graciosa, Charli Baxter.
Charli estaba sonriendo, pero seguía con el corazón a punto de salirse del pecho. Quería que MJ se riera, pero ella estaba tensa. Ese bar tenía luces moradas en el techo y azules bajo la barra y las mesas tenían sillas metálicas distintas entre sí. Sonaba una canción electrónica machacona.
—Manejaste muy bien la situación, no te alteres.
A Charli todavía le faltaba un poco el aire. Dejó de arrastrarla por el bar y se sentó con sus amigos.
—Eh… Chicos. —MJ se esforzó por levantar la voz.— Ella es Charli.
Sonrió a las tres personas sentadas con sus bebidas, y con la iluminación baja apenas podía adivinar qué estaba viendo. Podía distinguir los rizos teñidos de un chico y los piercings brillantes en la cara de otra, pero no veía con exactitud ni el color de las copas.
—No nos dijiste ibas a invitar a alguien… —dijo él, más curioso que molesto.
—No sabía que venía… —contestó MJ.
—Yo tampoco. Estaba allí, ella apareció de la nada, y fue tan amable de ayudarme hoy.
El chico de pelo azul se presentó, abriéndose paso para estrecharle la mano. Tenía la voz aguda y una sonrisa casi infantil, una camiseta gráfica y unos vaqueros anchos.
—Yo soy Tyler, amigo de MJ. Ella es Mel.
MJ y la otra chica parecían un poco confusas, incluso molestas. MJ siempre tenía la boca cerrada y las cejas exactamente en su sitio para no decir nada.
—Me encanta tu pelo —le dijo al chico, intentando no quedarse en silencio.
Este empezó a hablar sobre todos los cortes y colores que había tenido mientras MJ se quedaba de pie detrás suyo.
Separó un poco la silla de la mesa e hizo el ademán para que Charli se sentara. Y así terminó tomando otro whisky charlando con el amigo de MJ, más tarde con él y Mel a la vez.
Ya había conseguido desentrañar la dinámica del grupo: Tyler hablaba con los camareros, Mel llevaba de todo en el bolso y MJ bebía cerveza sin alcohol para conducir. No se cortó en explicar cómo eran amigos de toda la vida, desde preescolar, y que nada había cambiado desde entonces. MJ no parecía muy de acuerdo con esa afirmación, se revolvió en su asiento y resopló. Ellos dos vivían en Los Ángeles, pero habían decidido venir el fin de semana a su pueblo, a media hora de Bakersfield, ayudar a MJ con la mudanza, ver a sus padres, esas cosas.
Charli les preguntaba más y más cosas. Preguntaba mientras miraba a MJ, a su derecha, esperando que se diera por aludida.
—¿Y tu, a qué te dedicas? —preguntó MJ por fin.
—Soy actriz —respondió Charli con el rostro iluminado.
—¿En Bakersfield? —dijo Tyler.
—Oh, no. Aquí trabajo de otra cosa.
—¿Y cómo es que trabajas de otra cosa? —siguió él.
—Los Ángeles es un sitio complicado.
El chico asintió. MJ la miraba con la cabeza ladeada, demasiado desafiante. No muy contenta con su presencia. Era una lástima que ya estuviera sentada y con un whisky en la mano.
—Y tu, Tyler, ¿qué haces en Los Ángeles?
—Un doctorado.
—Sí —dijo Mel—, aunque sea así de tonto.
MJ sonrió. Tyler también. No tuvo otra opción que preguntarle sobre su doctorado, intentar sacar una reacción de MJ. Ella no se movía aunque se enredara en su brazo mientras reía o la mirase a la cara de vez en cuando para ver si se reía. Pero solo tenía una expresión neutra y la mirada perdida fuera.
Mel era menos extrovertida pero hablaba como si todo le divirtiera mucho. Se dedicaba a las artes plásticas y tenía bastante éxito como ilustradora. Tyler empezó a contar con una intensa energía la fase de manga de Mel y los retratos estilo anime que les hizo a MJ y a él con 14 años mientras ella le miraba reprobatoriamente.
—¿No son esos Jenny y Saul? —dijo Mel, y señaló allí.
—¿Quiénes?
—Los que acaban de entrar.
Se levantaron a la vez. Pidieron permiso a MJ con la mirada, y ella dijo:
—No se quienes son. Yo voy a fumar.
Charli se acordó de que era una intrusa, pero parecía que MJ también. Ellos eran inseparables, no había duda. Pero ella parecía a mil kilómetros de distancia. También algo triste.
Siguió a MJ y salieron a la puerta. Charli estaba más borracha, y fuera no hacía más fresco que dentro. Como era habitual en medio de la ciudad, había un viento caliente que venía de las grandes explanadas y movía el pelo de MJ sobre sus hombros desnudos. Llevaba una camiseta ajustada y pantalones largos.
—Una retirada a tiempo es la mejor victoria—dijo Charli por decir algo que la molestara un poco.
MJ relajó la dureza en su rostro, pero no arrancó nada en ella.
—No es que no me guste hablar con la gente, es que no les conozco. No me malinterpretes —. Estaba enfadada, inquieta. Palpó el bolsillo de atrás de su vaquero y sacó la cajetilla.
—Tampoco me conoces a mi.
Levantó una ceja.
—No es verdad. Te conocí esta mañana —sonrió.
Charli se dio por satisfecha. MJ le puso la caja de cigarrillos en la mano, sabiendo sin preguntar. Era fácil relacionarse con ella. Notaba la diferencia de dentro a fuera, cómo se le había quitado la expresión de nada y miraba hacia ella, pensándose si hablar o no.
Sus labios apretaban la boquilla y echaba el humo con rabia. Después contorsionaba la boca, la lengua seca y la garganta ardiente en la noche desértica y la forma exacta de sus pómulos se veía bajo la piel. El aire dentro de la boca de Charli estaba muy caliente.
—No hagas las cosas raras, no me mires tanto —dijo, hablando suavemente con aquella sonrisa que no dejaba de hacerle solo a ella. A nadie más, como había visto antes.
—Pero me gusta. Eres muy guapa. —MJ hizo como si le molestara, y cruzó las manos delante del pecho. Charli siguió hablando, a paso seguro— Tu también piensas que yo soy guapa. Por eso no puedes parar de ayudarme. Pero ese no es el final del camino. Deberíamos pasar de todo esto, no sé si me explico.
MJ se apoyó contra la pared, dejándose caer un poquito. Estaba oscuro, pero veía la sonrisa con claridad.
—Sí, eres guapa, y mi tipo, y todo lo que tu quieras, pero no necesito nada de esto. Lo peor que podría hacerme ahora mismo es tener una relación casual con una extraña. Ya he tenido suficiente.
—Estás cabreada… ¿Una novia de muchos años te dejó? ¿O la dejaste tu a ella?
—Charli, que te jodan.
Charli se dejaba hablar así de vez en cuando. Se lo había buscado, golpeando fuerte sobre la herida. Dolía. No pudo evitar que se viera en su rostro durante la décima de segundo en la que MJ se dignó a mirarla a la cara. Pasó un minuto en silencio.
—No lo decía… Te lo preguntaba en serio —dijo Charli.
—No quiero que pienses que tenemos una confianza que no tenemos. De todas formas, me sigues gustando. Se me fue la pinza, lo siento.
MJ lo iba a dejar pasar, ella también. Charli lo fue asimilando, aunque la angustia que se posó en su pecho no se iba. Se le salió una lágrima, y mientras habló, otras tantas. MJ tiró su cigarrillo al suelo y sacó otro inmediatamente para cada una. Charli sacó su mechero y trastabilló, tirándolo al suelo.
—He tenido un día jodido. Eso, y que estoy un poco borracha. Nada más. —Se secó la cara a toda prisa.
MJ se agachó y se acercó a ella. Llevó las manos cerca del rostro de Charli y la piedra chasqueó bajo su pulgar. La llama consumió el principio del cigarrillo. Y detrás de sus manos estaban sus ojos negros, brillando, concentrados en ella.
—Yo también llevo un día duro. Y no quería darte el gusto de tener la razón, pero corté con mi novia. Aunque eso fue hace un par de meses. ¿Tu también?
—Entre otras cosas —le dio la última calada al cigarro, no quiso revivirlo—. Pero, si te ayuda, se un par de cosas que vienen bien para el corazón roto. Si quieres, llámame.
—Llámame tu. —Extendió la mano, pidiendo el teléfono de Charli. Otra vez sonrió con aquella sonrisa de sabelotodo. —Y ya mañana, cuando se acabe el día de hoy, te digo que sí.